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Botánica
HISTORIA
El culto a las plantas - 4ª parte
Otros pueblos
n Malaca las enfermedades se atribuyen a ciertos árboles demoníacos o a los espíritus de los mismos, o sea los hantu-kayu, y en Sumatra los árboles seculares son tenidos por genios tutelares de la selva.
Las tribus mongólicas y ugrofinesas, desde los samoyedos a los lapones, desde los cheremises a los votincos, tributan homenaje de adoración a los árboles aislados, a los árboles agrupados y a los bosques de pinos; los kirguises veneran al álamo blanco, y los yakutos y los ostiacos al pino alerce; entre los ostiacos se ven bosques sagrados, formados por grupos de siete de estos árboles, y, además, tienen por sagrados los árboles en que teje su nido el águila.
Los finlandeses honran también los árboles verdes, los alerces y otros, teniendo como una de sus creencias, que el gran Orfeo (Wainamoinen) fue quien sembró la semilla del roble.
El árbol cosmogónico
Finalmente, la concepción del árbol cosmogónico (creador o sostenedor del universo) se halla más o menos extendida en casi todos los pueblos de la antigüedad. En su forma más rudimentaria lo vemos en las islas Andaman y entre los negros mincopis, quienes como una reminiscencia de los tiempos en que vivían sobre los árboles, tienen en su cosmogonía un árbol inmenso que sostiene el mundo y cuyas raíces llegan hasta el reino de los muertos; los vivientes están domiciliados en sus ramas y en su cepa habitan las almas de los que se fueron y que se esfuerzan en sacudirlo; a cada sacudida se desprende un viviente, a modo de fruto maduro y rueda hacia el abismo.En la India, el árbol salió del océano primitivo, de un mar de leche agitado por los dioses creadores y que se yergue a través de los cielos; los sabios (vasishthas) se remontan de piso en piso en el árbol misterioso que tiene mil ramas; en lo más profundo del abismo, Ahir-Budhnya y Danu, enormes serpientes, abrazan y rodean la raíz del árbol del mundo.
Los indoeuropeos del Norte tienen también su gigantesco Ymer, del que salieron los dioses y los hombres; pero dieron a la leyenda del árbol una grandeza salvaje. El eda escandinavo celebra el árbol Igdrasill, de tres raíces y con la copa coronada de estrellas; una de las raíces está en el cielo, otra en la tierra y otra se sumerge en los infiernos; cerca de la primera se hallan los tres genios Urda, Verdandi y Skulda, que presiden al pasado, presente y porvenir; el agua del pozo de Mimer baña la raíz terrestre; la raíz infernal se halla muy cerca del lago de Hvegelnor, asiendo del dragón Nidohgr y a su alrededor planea el águila Hvesvelgr; en su base la serpiente Iormundgandr enrolla sus anillos guardada por el perro Garm, el lobo Fenris o Freki y Hel, dioses de la muerte; el árbol atraviesa y sostiene los nueve mundos; la luna (macho) Mani, y Suna (hembra) el sol, describen sus circuitos alrededor de la cepa, montando cada uno de ellos en un carro de un solo caballo.Las hierbas sagradas
Si de los árboles pasamos a las hierbas, se observa en los pueblos de antigüedad la misma tendencia fundada en creencias y mitos, multiplicados hasta lo incalculable por el número de las especies del reino vegetal.
El tomillo (Thymus vulgaris), recogido en la noche de San Juan, sirve como ejemplo de sagrada tradición
La botánica sagrada ofrece un material verdaderamente inagotable a los coleccionistas de tradiciones, desde las 104 plantas medicinales celebradas en un himno del Rig-Veda; desde la hierba couca, sagrado césped que sirve de alfombra a los dioses llamados a presenciar el sacrificio indio; desde el venerable moly y el no menos divino nepenthes, de Homero, hasta los ingredientes empleados por Circe, Medea, Canidia, etc.; hasta las hierbas sobre las cuales murmuran conjuros misteriosos las viejas supersticiosas; hasta las hierbas que está vedado hollar; hasta el tomillo que se recoge en la noche de San Juan; en fin, hasta las soporíferas invenciones del llamado lenguaje de las flores.